Otra mirada de la guerra de Siria
“Yo te juro que no puedes mirar a
la gente a la cara más de un segundo, todo el mundo está triste”. Hace siete
años que estalló la guerra en Siria, el 15 de marzo de 2011, y hace cuatro que
Nour abandonó su país.
“Mi marido y yo nos conocimos
estudiando medicina. En Damasco, donde vivíamos, tuvimos a nuestro hijo que
ahora tiene nueve años. Éramos inmensamente felices, pero llegó un momento en
el que la guerra se volvió terrible, los bombardeos se intensificaron y vivir
allí se convirtió en algo demasiado peligroso”, dice mientras prepara
mujjadara, un plato típico de la cocina siria.
“La guerra es peligrosa para la
salud, pero sobre todo para el alma. Cada día muere alguien que conoces o se va
fuera del país y no vuelves a saber nada de ellos nunca más. Eso cuando no
deciden pasarse al bando terrorista. Hay gente que conozco que lo ha hecho,
pero por suerte nadie de mi círculo cercano. Además, la corrupción es enorme y
hay muchos secuestros. Al marido de una amiga mía lo secuestraron hace cuatro
años, justo cuando ella estaba embarazada. Durante todo este tiempo han estado
pagando por su liberación, pero no se sabe nada de él ni de quién lo ha
secuestrado; probablemente esté muerto”.
Recuerda que la zona en la que estaba
la guardería de su hijo era muy peligrosa. “Un día fui a recogerle y cayó una
bomba muy cerca de nosotros. No puedes hacerte a la idea de cómo sonó aquello.
Estallaron los cristales y todo el mundo estaba aturdido. A mi hijo se le
cambió el gesto de la cara y me preguntó: ‘Mamá, ¿estamos muertos?’. Entonces
decidí que no podíamos seguir así”.
Nour y su marido decidieron que
Dubai era la opción más rápida para salir del país, así que en cuanto
consiguieron los visados salieron de Siria. “No fue fácil entrar en el país, para
los sirios hay muchas trabas. Pero era lo que teníamos que hacer. Yo no quería
que mi hijo viviese inmerso en esa barbarie, y si mi marido se quedaba allí
estaría obligado a ir a la mili”.
En Dubai vivió tres años y hace
siete meses que se mudó a Alemania con la esperanza de conseguir un buen
trabajo como médica. “Es muy duro estar separada de mi familia, pero al mismo
tiempo tengo la esperanza de conseguir un empleo que me sirva para darles un
visado a mi marido y a mi hijo, y así vivir aquí los tres juntos”, explica con
una sonrisa nostálgica. “Ellos ya llevan años estudiando alemán, para cuando
vengan”, apostilla. Sus dos hermanas y su hermano también viven en Alemania,
pero sus padres siguen en allí, aunque en una zona de menor conflicto. “Siria
es mi hogar, pero es peligroso”.
Esta última semana ha sido
especialmente complicada para Nour. La distancia que hay entre ella y su
familia pesa cada día más y encima no ha recibido buenas noticias. Desde que
llegó a Alemania ha estado estudiando ‘alemán aplicado a la medicina’ para
poder pasar un examen que aprobó el pasado mes de marzo. Fue entonces cuando
solicitó el permiso de trabajo. “Se supone que en junio ya iba a tenerlo, pero
ahora me dicen que todo el proceso se ha retrasado. Esto lo complica todo
mucho, porque me habían ofrecido una plaza como médico auxiliar y sin este
permiso la voy a perder”, se lamenta.
Un contrato laboral es el pase
definitivo tan ansiado por Nour. Después de tres meses trabajados, su marido y
su hijo podrán obtener un visado para mudarse a Alemania. Pero mientras tanto,
la familia tendrá que seguir viviendo a distancia. “La burocracia aquí es
complicada”. De momento no hay mucho que hacer, solo esperar y cruzar los dedos
para que todo salga bien lo antes posible. “La vida, la vida…”, susurra
mientras prueba una cucharada del cocido que acaba de preparar.
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